Para
cerrar la trilogía comenzada hace dos artículos, me apetece utilizar un texto
que encontré al buscar fuentes de autoridad que apoyasen, de alguna manera, mi
enfoque sobre la observación en general, y acerca de su uso en la
interpretación, en particular. Es entonces cuando me topé con este interesante
extracto de las memorias de Alan Alda y un genial análisis realizado por Taylor
L. Willingham en el artículo “Listening is key to acting”. En este artículo, la
autora parte de nuestro mundillo para aplicarlo a un acting más bien enfocado a
los debates, y que trataré de devolver a sus orígenes.
Para
quien quiera ver el escrito completo, en su idioma y aplicación original puede
visitar la siguiente dirección: [http://texasforums.wordpress.com/2006/12/08/listening-is-key-to-actin].
La verdad es que no tiene
desperdicio.
Sin
duda, no puedo dejar de mencionar el título de las memorias a las que se hace
referencia: “Never Have Your Dog Stuffed And Other Things I’ve Learned”, que
vendría a ser como: “Nunca diseques a tu perro y otras cosas que he aprendido”.
Que podría calificar cuanto menos, de ingenioso; si no fuese porque es literal.
IN BETWEEN US: La escucha en escena
Una de
las cosas que confiesa Alan Alda en su memoir es que no llegó a entender lo que
es ser un buen actor antes de la serie de MASH:
“Cuando empecé como actor, pensé: - aquí
está lo que tengo que decir; Ahora, ¿cómo lo digo?-.
En la serie empecé a entender que lo que
“yo hago” en la escena no es tan importante como lo que ocurre entre la otra
persona y yo. Y escuchar es lo que permite que esto suceda. Es casi siempre la
otra persona la que provoca que tu digas lo que dirás después. No tienes que figurarte
como decirlo. Tienes que escuchar de manera tan simple e inocente que la otra
persona produzca un cambio en ti y haciendo que lo digas de una manera
determinada; informándote de ello.
Descubrí que la diferencia entre escuchar
y pretender que se escucha es enorme. Una es fluida y la otra es rígida. Una
está viva y la otra disecada. Eventualmente encontré una forma radical de
pensar sobre la escucha. Escuchar es tener la voluntad de dejar que la otra
persona te cambie. Cuando estoy dispuesto a dejar que me cambien, algo pasa
entre nosotros que es más interesante que un par de monólogos en duelo[...]”
Siguiendo
el mismo camino de Taylor, analicemos estas palabras:
A] Aquí
está lo que tengo que decir: ¿Cómo debo decirlo?
Hay que tomar
verdadera consciencia sobre nuestra manera de escuchar: ¿Es sincera y neutra?
Es
cierto que muchas veces, uno se da cuenta de que está prestando más atención a
qué decir después, que a lo que tratan de comunicarle. Está claro que de ésta
forma, es imposible estar metido verdaderamente en la conversación. No hay
posibilidad de saber qué decir, hasta no haber escuchado plenamente lo que
intenta transmitir la otra persona.
Es cierto que la experiencia es necesaria a la hora de empatizar con los
demás, pero no hay que dejar que ésta, nos aleje de la información concreta y
personal que nos está brindando nuestro interlocutor. A veces, precisamente por
lo que cada uno ha vivido, la observación puede verse limitada a ciertas
preconcepciones.
Pero escuchar va más allá de hacer preconcepciones. Escuchar implica el uso
de todos los sentidos y de una apertura de alma que nos predisponga, tal y como
dice Alda, a ser transformados por aquello que nos están contando. Es entonces,
cuando se es libre para dejar que cuerpo y mente, reaccionen de manera sincera
e inocente a las palabras del otro.
Está claro que para el actor esto no es tan sencillo puesto que sí
sabe lo que dirá después, tiene masticadas y trabajadas esas palabras; Pero he
ahí el reto, que aun así el “cómo” , venga directamente provocado por la frase
e intención del compañero de escena.
B] Lo que hago no es tan importante como lo que pasa entre nosotros
El
ejemplo que pone Willingham es muy gráfico e interesante también aquí: Aquellos
debates que parten de una pregunta y donde sus participantes, en vez de
incorporar en su discurso la aportación de los colegas anteriores, se basan sólo
en la motivación provocada por la pregunta inicial.
Es obvio
que en situaciones como esas, se pierde la magia y el poder que da ese “between
us” [trad.: entre nosotros] y vuelve a dejar latente que, muchas veces, uno
está más pendiente de hacer lo suyo que de dejarse influir por lo que puedan
estar aportando los compañeros de reparto.
Está
claro que es más interesante la actuación del que sabe escuchar y actuar en
consecuencia; que el que parece no tener nada que ver con lo que ocurre en
escena, o que deja un montón de vacíos a causa de la falta de escucha.
Esto me
lleva al siguiente planteamiento del ejemplo de Taylor: los momentos en los que
no se sabe valorar el silencio.
A veces
se olvida que el propio silencio es contenido y que en él se da gran parte del
conflicto. Y es que efectivamente, el actor ha de saber valorarlo y escucharlo
en su justa (e inmensa) medida. No solo para el que se calla, si no para el que
mira callar. Ese momento tiene que estar lleno de contenido. En interpretación
los silencios son tan o más importantes que los diálogos.
Tanto la
manera de escuchar en escena como la forma de tratar los silencios, son de esos
pequeños grandes detalles, en los que los maestros de la interpretación, se
delatan como tales.
“La
palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”. Michel
Eyquem de Montaigne. [Escritor y filósofo francés]
“La
música es el espacio entre las notas” Claude Debussy [compositor francés]
Un
abrazo,
Norma
Meilán
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